Escribir para transformar

Con cuidado

Por Jorge Meneses

Bien, te cuento. Llevo días soñando con esa figura alta a la que nunca puedo ver de frente porque siempre me persigue. El sueño es recurrente.

Sí, es una figura alta, más bien podría describirla como una sombra, y no sé, pero me da la impresión de que quiere lastimarme.

Todo comenzó cuando encontré al loco, el vagabundo que luego andaba afuera de la unidad gritando cosas que nadie entiende… Bueno, escribí un cuento que se llamaba El Loco en el que, pongamos por ejemplo, el personaje principal eres tú. Ahora, cierra los ojos e imagina que estás en tu cama porque llevas muchos días con fiebre. El loco está afuera de la unidad gritando sus cosas raras, pero eso no es raro porque es lo que usualmente hace. Pasa un rato y los gritos ahora se escuchan más cerca, probablemente el loco está afuera del portón del edificio en el que vives y un escalofrío  estremece tu cuerpo. Los gritos te están poniendo los pelos de punta. No sabes cómo le ha hecho, porque está subiendo las escaleras: probablemente alguien le abrió o se saltó el portón. Sigue gritando y entre los gritos se escucha tu nombre. Llega al cuarto piso, tu piso, y ahí se detiene, deja de gritar y piensas que todo ha sido una alucinación por la fiebre. Piensas si alguna otra vez sucedió lo mismo, si alguna vez la fiebre te tiró como ahora. Porque hay escalofríos, temblores, dolor de cuerpo, ojos llorosos, dolor de estómago, mucho frío, sin embargo esas cosas suceden, ¿no?, es un cuadro sintomático usual y ya tienes que tomar los medicamentos que el doctor recetó. Vas a poner un pie fuera de la cama cuando se escucha que abren la puerta de tu casa, no la fuerzan, no hay violencia, y sales corriendo de la cama y cierras la puerta de tu cuarto; te atrincheras, arrastras la cama y la colocas detrás de la puerta, te escondes debajo de tus cobijas porque no hay forma de escapar mientras el loco araña la puerta de tu cuarto y canta tu nombre. No sucede nada más; hay silencio y parece que  ha sido otra alucinación. Dura tanto el silencio que te tranquilizas, el ritmo cardíaco se normaliza y la garganta vuelve a estar húmeda. Sales de las cobijas. Primero asomas el rostro y te encuentras con el rostro del loco, que sonríe, frente al tuyo… Fin.

Es lo que no sé, pero sospecho que el loco, el cuento que hice del loco y los sueños que últimamente he tenido tienen una relación tenebrosa… Pues porque luego del loco, vino el cuento y luego del cuento vinieron los sueños, y más aún: Cuando los sueños se volvieron un hecho constante el loco dejó de aparecer por la unidad… No, bueno, no sé, te digo que nunca puedo mirar de frente a esa cosa que me persigue. Pero, ¿y si el loco se transformó en esa cosa, en esa figura alta, y es quien me persigue en mis sueños para cerrar el final que dejé abierto en el cuento? ¿Y si él quiere transformarse en historia y viene a cobrarme una deuda literaria o de vida?

Ahora, no solo son los sueños. Hay, no sé cómo explicarlo, dentro de mi cabeza un lenguaje extraño que no es ninguno conocido. Me ronda todo el tiempo en la cabeza pero no puedo expresarlo con palabras, ni siquiera escribirlo porque no hay sonido o signo capaz de representarlo; solo está presente en mi cabeza, me escribe los pensamientos. Pero no solo es el lenguaje, también hay una voluntad ajena que habita en mí. No me ordena pero siento mi intimidad corrompida. Alguien me mira desde adentro.

Te llamo porque quiero ponerte sobre aviso: esta cosa ya se salió de control. Esto es una epifanía neurótica. Esta cosa que me perseguía en sueños, que antes fue cuento y antes fue loco, ahora es otra cosa que no alcanzo a definir. Te llamo porque quiero ponerte sobre aviso: probablemente se enteró que hablo contigo y en cuanto termine la llamada y cuelgues, estará detrás de ti, sonriendo y murmurando cosas que nadie entiende, con el lenguaje que tengo en mi cabeza. No vayas a voltear. No, no quiero asustarte y no bromeo. Con estas cosas serias no se juega… Oye, ahora que recuerdo, hoy fui a tu casa, ¿te acuerdas que te dije que había visto a alguien que pasó de tu sala a la cocina?… Sí, quizá solo sean simples coincidencias, ¿verdad?

¿Qué?… No se me había ocurrido pero no es mala idea. ¿Qué tal si esa cosa se aleja así de mí?… Sí, tienes razón, voy a escribir un cuento con todo esto. Que esta cosa se vaya en esa historia y que se quede con quien lo lea.

Ilustración: Héctor Mateo García
Ilustración: Héctor Mateo García

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