Gentrificación, espacio público y desplazamiento, número 22,Traducir el mundo

Entrevista con Georg Lukács.Crítico de la burocracia socialista

Entrevista con Georg Lukács

Crítico de la burocracia socialista

Cuestiones de método[1]

Yvon Bourdet

El texto que a continuación se presenta ha sido registrado por Yvon Bourdet, el pasado 16 de abril [1971], no lejos de Budapest, en una casa en medio del bosque donde Georg Lukács, ya gravemente alcanzado por un dolor incurable que había de llevárselo unas semanas más tarde, había venido para descansar. Se trata de la última entrevista concedida a un visitante extranjero.

Lukács habló durante hora y media, primero del austro-marxismo, evocando su estancia en Viena de 1919 a 1929, luego sobre el papel del partido en relación con la espontaneidad de las masas.

Extrajimos, para este número, las observaciones que Lukács hizo a lo largo de la plática sobre el método marxista. Antes de recordar sus concepciones metodológicas en general, particularmente a partir de un comentario rectificativo de su libro: Historia y conciencia de clase, Lukács abordó el problema de modo concreto por medio de una reflexión sobre la China de Mao Tse-Tung que era continuación de las críticas que Lukács acababa de formular hacia la burocracia socialista en Europa. Lukács dio primero su apreciación sobre el papel de los intelectuales en la URSS, luego mediante un comentario sobre las huelgas recientes de Polonia, analizó la causa profunda de las disfunciones actuales de los regímenes comunistas.

Y. B.- Según lo que se oye decir, actualmente en la URSS hay diferencias importantes en el tratamiento de los intelectuales: ―a unos, los que hacen obra científica se les deja, parece, una libertad bastante considerable de expresión; en cambio, cuando los escritores o los artistas formulan críticas, se les quiere hacer pasar por locos, se les encierra en clínicas psiquiátricas. ¿Qué piensa al respecto?

Lukács.- Usted sabe, se trata de una cosa que no depende de la teoría pura. Para responderle, hay que considerar a Rusia desde un punto de vista empírico. Rusia es la segunda gran potencia del mundo, y, para conservar este rango, debe tener un ejército que esté técnicamente al nivel del ejército americano, especialmente en cuanto al armamento atómico. De eso resulta muy natural que los científicos cuyas investigaciones fundamentales son la condición sine qua non del perfeccionamiento técnico de las armas son gente intangible; ellos pueden hacer, pueden decir lo que ellos quieren. Ahora, evidentemente, del otro lado, los intelectuales que no defienden intereses tan directamente atados a la existencia de la Unión Soviética están en una situación bastante deplorable. No sé si usted lo leyó, escribí sobre Solzhenitsin un pequeño libro en el cual demuestro precisamente que una crítica literaria del período de Stalin es actualmente imposible en Rusia. Por cierto, existe un Solzhenitsin, pero está en una situación completamente difícil y casi imposible. La diferencia entre escritores y científicos tiene sus raíces en la situación actual de la construcción del socialismo; en efecto, si no se impulsara a fondo y de modo irrevocable en la investigación libre científica y técnica, Rusia no existiría mucho tiempo. Está allí una cosa muy clara y quien explica por qué toda esta ciencia que acondiciona las técnicas de guerra goza de una libertad absoluta en Rusia mientras que todas las demás actividades intelectuales en todos los demás dominios, pueden existir sólo en la medida en que los intereses momentáneos de la sociedad socialista lo permiten.

Y. B.- ¿Entonces, cómo contempla que sea posible una evolución de este régimen? ¿Acaso puede hacerse menos despótico de modo lento, o bien, por un cambio brusco?

Lukács.- Pienso que usted sabe, que hay problemas económicos en cada país socialista y, según yo, estos problemas no pueden ser resueltos sin una democratización de la vida, de la vida obrera. Pero las condiciones para una democratización todavía no están reunidas. Puede ver una prueba muy nítida en los recientes acontecimientos de Polonia: se puede observar que hay una indiferencia de la masa obrera con respecto a las organizaciones obreras; ahora, según mi opinión, esta indiferencia secreta, por decirlo así, suena como antídoto y como un contrapeso necesario, que le es inseparable; por este contrapeso, entiendo las huelgas espontáneas, las huelgas explosivas (salvajes). A propósito de eso, debo añadir que es un error creer que hay una gran diferencia entre Polonia y otros países socialistas: por cierto, en Polonia, hubo una explosión y en otros países, todavía no ha habido explosión, hay por todas partes la misma indiferencia y, en cada momento, esta indiferencia de los obreros que sienten que sus organizaciones no sirven para la defensa de sus verdaderos derechos, se hace una indiferencia hacia las cosas cotidianas y esta indiferencia puede, cada día, tornarse bruscamente[2] en una huelga espontánea, como se produjo en Polonia. Este peligro, pienso que existe en cada país socialista; en cada país socialista puede llegar mañana o pasado mañana lo que llegó a Polonia.

Y. B.- Pero, en este caso, se queda el poder del ejército y del Estado soviético que puede aplastar el movimiento.

Lukács.- Sí, usted sabe, pero hace ya bastante tiempo Talleyrand dijo, creo, que se puede hacer todo con las bayonetas, pero basarse en las bayonetas, no se puede y un sistema que se basa en esto no es un sistema sólido. De este modo, podemos considerar que todos estos países de la Europa del Este están en regímenes de transición donde los problemas económicos hacen necesaria una reforma económica. Pero una verdadera reforma económica puede realizarse sólo por una democratización de la vida cotidiana de los obreros y, a propósito de esto, se posan preguntas que no han sido resueltas.

Y. B.- ¿Acaso usted cree que la Burocracia, en estos regímenes del este, puede hacer una reforma económica que eleve el nivel de vida y, de esta forma, evite la revuelta?

Lukács.- No lo creo, no lo creo. Para evitar la explosión, haría falta que cada una de ambas partes supiera lo que el otro quiere, lo que es posible conceder y lo que es imposible. Por esto, no quiero decir que todo lo que los obreros piden debe serles dado, pero hace falta una conversación permanente entre el partido y los obreros con el fin de que se sepa cuáles son las cuestiones que preocupan a los obreros, qué, en un momento dado, mueve el alma de los obreros; no es siempre la misma cosa, ni de la misma manera ni con la misma intensidad; es por eso que un contacto permanente es necesario y este contacto es lo que llamo la democracia, la democratización de nuestra sociedad; sin tal democratización, no creo que podamos hacer reformas económicas.

Y. B.- ¿Y la burocracia misma no puede hacer esta misma consulta permanente sin negarse, sin contradecirse?

Lukács.- Lo creo, porque todavía no conozco (naturalmente no podemos expresarnos según el plan de lo absoluto) pero no vi nunca una reforma que haya sido hecha por burócratas. Porque los burócratas creen siempre que la consecuencia de su sistema burocrático es la verdad para la masa, para la masa obrera y, por supuesto, esto no es verdad; hay que estudiar y estudiar teniendo en cuenta lo que llega cada día a la vida de los obreros para que se sepa lo que ellos quieren verdaderamente y cómo esperan cumplir su propia justicia.

Y. B.- ¿Entonces, usted no estima posible un decaimiento gradual del Estado y piensa, como Marx, que hay que quebrar el aparato, la máquina del Estado?

Lukács.- Usted sabe, se trata de una cosa que está muy, muy lejos; es solamente en una democracia que este decaimiento del Estado puede producirse. Con la burocracia de hoy, el Estado se hace siempre más fuerte, más poderoso y no vemos ningún signo de decaimiento, ni de cambio. No creo que pueda existir un cambio burocrático, e incluso pienso ―tanto que se pueden juzgar estas cosas― no creo que haya una verdadera voluntad en este sentido; cuando se lee lo que Brézhnev dijo en el último congreso, vemos que todo queda en el Estado, como está hoy día. Al respecto, no creo ―y es una cosa buena― que se quiera una reacción estalinista y una vuelta a Stalin, no es esto lo que se quiere, pero este equilibrio burocrático que existe hoy, se quiere mantener. Y cuánto tiempo puede durar esto, naturalmente, nadie puede saberlo.

Y. B.- ¿No obstante, acaso este sistema es percibido por la masa de los trabajadores como en lo subsecuente ser cambiado, o bien los obreros están acostumbrados a este régimen burocrático?

Lukács.- Están acostumbrados, pero, cómo decirlo; es un mal hábito con el cual ellos no están de acuerdo. Si se habla con los obreros, vemos siempre que ellos desean otra cosa que lo que la burocracia quiere darles.

Y. B.- ¿Pero son conscientes de otro modelo de socialismo? Algunas veces oigo decir que la protesta de los intelectuales contra el régimen en la URSS es una protesta burguesa, una aspiración hacia la democracia occidental y no la voluntad de sobrepasar el régimen actual soviético.

 Lukács.- Aquí, pienso que no se comprende bastante, que no comprendió del todo a Marx, porque Marx demostró muy bien, en sus escritos de juventud, que en la democracia burguesa existía una dualidad entre el ciudadano y el burgués, y el materialismo burgués, como dijo Marx, reina siempre sobre el idealismo democrático del ciudadano; y el combate de los ciudadanos burgueses en la Revolución Francesa se convirtió en una caricatura en todos los países capitalistas. De este modo, no creo que el regreso a esta democracia sea la solución; para un verdadero cambio, hace falta una democracia verdaderamente proletaria; por esto yo entiendo y veo únicamente la democracia de los soviets de 1917. Y no creo que, sin un regreso a los soviets de 1917, podamos hacer verdaderas reformas.

Y. B.- ¿Pero no piensa que Lenin tuvo una parte de responsabilidad en la evolución de los soviets hacia la burocracia? En El Estado y la Revolución, hizo suya la fórmula según la cual, después de la toma del poder por el proletariado, el Estado debía comenzar inmediatamente a decaer. Entonces esto no comenzó a producirse, incluso durante la subida…

Lukács.- No hay que tomar cada palabra de Lenin en el año 1917 al pie de la letra. Lenin supo definir muy bien lo que había que entender por revolución cultural y las condiciones de esta revolución, es decir cómo había que hacer una revolución en la educación de las masas con el fin de hacerlas aptas para una sociedad soviética. Pienso que Lenin habría estado absolutamente contra los koljoz tales como los conocemos hoy porque son organizaciones puramente burocráticas.

Y. B.- ¿Y qué entiende precisamente por organización burocrática? ¿Es cuando hay una separación entre una minoría dirigente y el resto del pueblo?

Lukács.- Hay burocracia, cuando una minoría de gente gobierna sin pedir la opinión de las grandes masas. Así, hay que distinguir dos clases de socialismo: la primera forma consiste en mantener contacto permanente con las masas, en saber lo que las masas quieren, lo que no incluye, como ya lo dije, que siempre se deba estar de acuerdo con lo que las masas piden, pero hay siempre un contacto permanente entre el Estado, el Partido y las masas obreras. Del otro lado, se encuentra otra clase de socialismo: aquí, una minoría hace las leyes y reina con sus leyes. No obstante, hace falta añadir que este sistema funciona en cierta medida, pero solamente en cierta medida.

Y. B.- Sin embargo, los adversarios de la primera forma de socialismo hacen la objeción siguiente: ellos recuerdan que, según Marx, las ideas de la clase dominante son, al mismo tiempo, las ideas de todo el mundo, incluso de la clase obrera. Por lo tanto, ¿por qué querer estar en contacto permanente con las masas y encontrar allí la verdad si las ideas de la clase obrera están degeneradas por la clase dominante?

Lukács.- Usted sabe, no hace falta, nunca hace falta con una palabra de Marx para resolver una pregunta. Marx tenía, sobre este tema, una concepción general pero es en escritos como El dieciocho Brumario o como La guerra civil en Francia, o su visión de la Comuna, que él explicó exactamente cómo se imagina una verdadera democracia. Ahora, hay que realizar esta verdadera democracia o nunca se realizará el socialismo.

Y. B.- Para explicar la degeneración de la Revolución Rusa, a menudo se invoca el fracaso de la revolución proletaria en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Usted cree que si la revolución proletaria se hubiera implantado en Alemania, en Inglaterra, en Francia, etcétera ¿la evolución de la revolución habría sido muy diferente y que, tal vez, se habría evitado la burocracia?

Lukács.- Pienso que esto habría hecho una gran diferencia porque sin esta preocupación defensiva, sin esta orientación que consistía en querer salvar a los soviets de la contrarrevolución europea, si esta situación no hubiera existido, se habría tenido otra evolución; habríamos tenido probablemente una evolución mucho más democrática, pero hay que añadir que éstas son especulaciones bastante vanas: no podemos decir cosas pasadas como si hubieran pasado si no pasaron.

Y. B.- Estoy muy interesado en su crítica de la burocracia, pero Trotsky también hizo una crítica de la burocracia en 1904 y luego, después de su eliminación por Stalin. ¿Qué diferencia hay entre su crítica y la de Trotsky?

Lukács.- Usted sabe seguramente que Trotsky siempre fue un burócrata: no hay que olvidarlo… hay una bella situación en las Memorias de Gorki: Gorki habló una vez de Trotsky con Lenin y Lenin elogió mucho los grandes méritos que Trotsky tuvo en la Guerra Civil, etcétera, luego añadió: «Él nos pertenece pero no es completamente de los nuestros, él tiene» (y es una cosa muy interesante que Lenin agrega aquí) «tiene algo de Lassalle». Y creo que este elemento lassalleano impide al trotskismo convertirse en una doctrina que pueda animar en el movimiento obrero.

Y. B.- Por otra parte, en el «Testamento» de Lenin, encontramos la misma apreciación: leemos allí que Trotsky peca de exceso de seguridad y por un entusiasmo exagerado en el aspecto puramente administrativo de las cosas…

Lukács.- Es la misma cosa. Y es la misma cosa decir que Trotsky se interesa demasiado por el lado administrativo de las cosas y decir que el movimiento alemán, bajo Lassalle, era un movimiento conducido burocráticamente. Es solamente después de la muerte de Lassalle que todo cambió bajo una dirección más democrática exenta de recambiar todavía, en el período imperialista, de nuevo en burocracia.

Y. B.- Sin embargo, Trotsky fue expulsado de la URSS, cuando escribió, por ejemplo, La revolución traicionada contra Stalin, hizo una crítica de la burocracia. ¿Qué crítica hace a esta crítica?

Lukács.- Encuentro que, en este caso, cómo decirlo, un burócrata hace la crítica de otro burócrata. Sin lugar a duda, por supuesto, que Stalin era un burócrata y hasta, en cierto sentido, todavía más burócrata que Trotsky, pero, a decir verdad, ni Stalin ni Trotsky eran unos verdaderos demócratas.

Y. B.- ¿Así, en la crítica de Trotsky, no le parece haber nada interesante, hasta en un punto de vista especulativo? ¿Es desde entonces una crítica simple de Stalin y punto, una crítica de la burocracia?

Lukács.- Sí, es como se lo dije, un burócrata que hace la crítica de otro. La única diferencia es que Trotsky siempre tuvo grandes principios internacionales y él percibía la burocratización de la Unión Soviética desde la perspectiva del internacionalismo. Stalin era un hombre más prosaico y más práctico, consideraba la táctica como lo esencial y si fomentó la burocracia fue por razones tácticas. En cuanto a decir que Trotsky era más democrático que Stalin, encuentro que no es verdad. Sencillamente no es verdad.

Y. B.- Si ésto es así, en las democracias populares de Europa, Mao Tse-Tung no intentó evitar estos defectos, en particular, recientemente, por medio de la «revolución cultural». ¿En términos generales, cómo evalúa a la Revolución China?

Lukács.- Usted sabe, quiero hacerle una confesión: no me hallo en estado de responderle porque no sé con certeza lo qué es esta tendencia de Mao Tsé-Tung. Por una parte, no podemos basarnos en lo que los maoístas hacen en Europa que es, por llamarlo así, sólo un epifenómeno. En cuanto a saber cómo Mao reorganizó la misma China, debo decir que no lo sé. Hay que añadir, a propósito, que también el comunismo occidental ha cometido una gran falta teórica. Cuando China entró en el movimiento [Revolución], Stalin declaró que se trataba de superar la Edad Media china. Pero la Edad Media china, la Edad Media en China nunca existió. Resulta de eso que nosotros nos pusimos a examinar el caso de la China a partir de un sistema económico que nunca existió allí. No sabemos, quiero decir, más exactamente, yo no sé cuál era la naturaleza real del régimen chino de esta época; no era, hablando con propiedad, ni un régimen burocrático, ni una situación comparable a la de la Europa de la Edad Media; era lo que Marx llamó » el modo de producción asiático «, pero en cuanto a saber cuáles son las relaciones entre este modo de producción asiático y el capitalismo, ninguna persona, me parece, lo ahondó verdaderamente. No obstante, de ello sabemos bastante para estar seguros que no nos es posible aceptar sobre este tema «las calaveradas»[3] de Stalin. En cuanto a mí, me siento completamente incapaz de comprender el verdadero principio de la Revolución China. No lo sabemos porque no hicimos para China lo que Marx hizo para Occidente, es decir el análisis de las relaciones entre la economía europea y el capitalismo. Por tanto, conocemos la historia de los Estados de la Edad Media, sabemos cómo pasaron del feudalismo al capitalismo, pero lo que existía en China no era el feudalismo. El análisis, en cuanto a China, queda por hacer y, por mi parte, no soy economista, no soy tampoco un especialista sobre China; haría falta, pues, que especialistas de la China que conocen los principios económicos de la vieja China ahora pudieran analizar la transición que ha sido realizada en China y que implica seguramente nuevos rasgos que, por mi parte, ya se lo dije, no conozco.

Y.B.-  Incluso si no puede opinar sobre la Revolución China por falta de un conocimiento profundo de su historia económica, ¿usted puede dar su apreciación sobre los escritos teóricos de Mao Tsé-Tung?

Lukács.- Sabe, siempre es muy peligroso realizar deducciones lógicas sobre fenómenos económicos heterogéneos. La lógica no tiene los medios de resolver problemas de este tipo en tales condiciones. La búsqueda lógica se ejercita válidamente sólo en el análisis directo de problemas[4] concretos. Tomemos de ejemplo, en Europa, los feudalismos; no podemos razonar a partir de la esencia del feudalismo; la Revolución Inglesa del siglo XVII era algo por completo diferente que la Revolución Francesa del siglo XVIII. Porque las economías eran diferentes, los intereses de las clases eran diferentes y Francia hizo una revolución de otro tipo respecto de la Revolución Inglesa. Por eso, al partir de una economía china que desconozco, de la que no conozco ni sus leyes ni las consecuencias sociales, me es imposible emitir cualquier juicio.

[…] Hay que considerar siempre las cosas desde un punto de vista histórico y en una situación determinada. Es sólo cuando ellos expresan la verdadera situación del hombre en la naturaleza y en la sociedad que los principios pueden tener una eficacia. Entonces, esta situación cambia de un modo particular aparente desde el momento de las grandes crisis que les dan a los individuos una especificidad que no preexiste. Es por eso que, para Marx, el hombre es un ser, zufällig (contingente, accidental). Vea, por ejemplo, el cambio operado por el capitalismo sobre la existencia social del hombre: un barón o un conde permanecía siempre como un barón o un conde. Si había perdido su dinero, era un conde pobre, pero permanecía conde. Ahora, si usted considera la sociedad actual, el hombre es un hombre sencillamente; si tiene dinero es capitalista, si no tiene dinero deviene proletario. Hay allí una diferencia enorme entre el capitalismo y las sociedades que lo precedieron. Si no se comprenden estas diferencias estructurales de la sociedad, nunca podemos comprender la historia.

Y.B.- Cuando, hacia 1960, Kostas Axelos y las Editions de Minuit dejaron ver en francés su libro: Historia y conciencia de clase, usted escribió una carta para discutir la oportunidad de tal publicación. ¿Por qué? ¿Sobre todo qué piensa hoy, de este libro?

Lukács.– Hay, en este libro, muchas cosas que no son válidas actualmente. Para tomar sólo un ejemplo, podemos decir que en Historia y conciencia de clase, se piensa que la dialéctica sólo existe en la sociedad y que no hay dialéctica en la naturaleza. Según mi opinión actual, no es cierto. La verdad es que hay dos clases de naturaleza: la naturaleza inorgánica y la naturaleza orgánica y que a partir de éstas dos nace la sociedad. Y, entre éstas dos, o más bien, entre estas tres formas de estructura del ser, hay relaciones muy complicadas y muy concretas que Historia y conciencia de clase todavía no había estudiado bien.

Y. B.- En este sentido, este libro sería más incompleto que falso…

Lukács.- Pienso que, en este libro, había visto claramente que la dialéctica en la sociedad es otra cosa que la dialéctica en la naturaleza; al respecto, nunca compartí las opiniones de Engels; siempre pensé que esto, digamos, el principio de la negación no es un verdadero principio de las cosas, pero encuentro, al mismo tiempo, que todavía no hemos hecho verdaderas investigaciones para estudiar las relaciones entre la dialéctica de la sociedad y las dialécticas de las formas de los seres que provienen de la sociedad. Aquí, nos harían falta muchos más análisis concretos y análisis mucho más concretos que los que se han realizado hasta nuestros días.

Y. B.- En esta perspectiva, ¿qué piensa de las posiciones de Sartre que no cree, en la dialéctica en la naturaleza y que habla de una «razón dialéctica»?

Lukács.- Usted sabe, Sartre, sobre este punto, cometió el mismo error que yo en Historia y conciencia de clase. Pero para hablar de una dialéctica en la naturaleza o del contrario, hay que comprender lo que es la dialéctica. Creer, en efecto, que existe un sistema de contradicciones dialécticas que formaría como una clase de contrapeso a la lógica no dialéctica es una opinión naturalmente ridícula. Marx dijo muy bien que la verdadera ciencia, en el fondo, era la ciencia de la historia y ahora hay que (lo que todavía no hemos realizado) hacer un análisis entre las tres diferentes formas del ser y de la Historia. De tal modo, hay grandes cosas que todavía tenemos que cumplir.

Georg Lukács - ilustrador Héctor Mateo
Georg Lukács – ilustrador Héctor Mateo

***

Cuando Lukács pronunció esta última frase, estábamos algunos, alrededor de él, por saber que sus días estaban contados. Él mismo, sin duda, no lo ignoraba, pero el filósofo no se inquietó por su muerte; hablaba de regresar a Budapest para recuperar su trabajo. Pensé que daba así un último ejemplo de su método que descuida las «contradicciones» del instante y las sitúa en un conjunto más vasto donde toman otro significado. Repetidas veces, para excitar su discurso, procuré oponer un texto a otro o tal acción a una declaración anterior. Todavía escucho su voz responderme: «Usted sabe» o «no olvide que» nunca hay que «con una palabra de Marx resolver una cuestión» o «no hace falta ver solamente el lado negativo».

No es el lugar, en este corto texto de homenaje, de discutir su concepción de origen hegeliano. No obstante, si la superación dialéctica de las contradicciones y de los errores santifica tal vez a la Historia, ¿se puede olvidar a los que murieron por este error o para aquel y absolver a los que, conociéndola, no lo habrían denunciado? El pájaro de Minerva, para comprenderlo todo, sólo se levanta al atardecer cuando la batalla está terminada, pero, para nosotros, escribir no es describir solamente. Cuando el filósofo aspira a no saber decir ni sí ni no, por el hecho que se expresa, tiene también la función del oráculo de Delfos: indica. Ahora, después de la muerte del Dios, ¿quién puede, para hablar o para actuar, basarse en la verdad indubitable? ¿Quién podría sin embargo callarse o no hacer nada como si todo fuera igual? ¿O decir, un día blanco, un día negro, porque toda realidad es racional? Entre estos polos, Lukács vaciló. No podía encontrar más la seguridad en una racionalidad «eterna»,  sustituto simple de Dios, después de la crítica marxiana del idealismo hegeliano. Si él reemplazaba a Dios por el Partido, no evitaba ―como la experiencia le mostró― el «culto» a la personalidad, es decir la santificación de la dictadura de una minoría gobernante, y finalmente la de un hombre. En estas condiciones, ¿qué significa: «volver a Lenin»? Se repetirá: el Partido no puede tener la razón contra las masas, pero el Partido no está obligado, por ello, a adoptar todo lo que las masas piden. Los «dirigentes» tienen sólo un papel de opereta cuando son reducidos a: «¡Soy su jefe, hace falta pues que los dirija!» ¿Pero cuáles pueden ser las modalidades prácticas de esta dirección dialéctica que orienta sin suprimir a las masas? Ahí existen, por cierto, ejemplos históricos, desde la manipulación demagógica hasta la participación recuperadora, sin olvidar diversos prestigios del jefe carismático. En la tesis de Lenin, ¿cuál es el criterio del error de las masas y el fundamento de la autoridad directriz del Partido? ¿Qué significa la cercanía proletaria si las normas son impuestas desde del exterior? ¿Cuáles deberán ser las formas de coacción destinadas a corregir el vagabundeo de las masas? La experiencia de Lenin, aquí, alumbra poco; Lenin se expresó, al respecto, sin ambigüedad: es necesario primero explicar con una paciencia infinita, pero, al fin, si no se consigue convencer, hay que golpear e incluso, como él dijo, en una improvisación célebre, en el momento del Décimo Congreso, «hablar con fusiles». Era en la época de la rebelión de Cronstadt. ¿Así, cómo podemos escapar de la contradicción y hacer otra cosa que oscilar de la participación restauradora de la represión sangrienta desde que se asienta en principio, por lo menos implícitamente, la ley del intercambio desigual?

Traducción: Gerardo Rayo

[1] Lukács Györg, Bourdet Yvon, «Entretien avec Georg Lukács. Critique de la bureaucratie socialiste, questions de méthode. » En L’Homme et la société, N. 20, 1971, «Lukács, Hegel histoire et sociologie» pp. 3-12, digitalizado por Perseé, 16 de octubre de 2015, http://www.persee.fr/doc/homso_0018-4306_1971_num_20_1_1404 [Consultado el: 6 de enero de 2017]

[2] Lukács dijo exactamente: “echarse en”. [Pero puede entenderse también como desembocar. N. del T.]

[3] En el original Lukács dice en francés: “les frasques”.

[4] Lukács dice literalmente (y mejor): “es necesario resolver los problemas en su concreción.”

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