LOS HERALDOS NEGROS

EDITORIAL

Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada

Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, México, enero de 1996

Cuando los grandes medios de comunicación están secuestrados por unos cuantos, cuando editan lo que el Estado quiere escuchar y gusta decir, cuando no hay alternativas para personas serias y críticas, cuando los espacios parecen ampliarse pero terminan disminuyéndose, cuando lo que se edita y publica está supervisado y previamente censurado, es necesario no callar, ni mirar para otro lado, es preciso escribir. Escribir para criticar y debatir, para maldecir, para contrarrestar versiones oficiales y comerciales, para abrir diferentes senderos críticos y minar ideas, construir otras, y junto con los lectores y colaboradores utilizar la palabra para crear, para pensar y sobre todo para imaginar posibilidades.

No pretendemos hablar sólo de lo posible porque sobre ello se sabe demasiado, queremos hablar también de mundos inexistentes, de caminos por construir, de murallas por derribar y con ello, de alternativas planteadas desde la literatura y la política.

Si en el presente los jóvenes no tenemos muchas alternativas para publicar en periódicos y revistas de gran circulación podemos escribir desde otros espacios con la misma energía y convicción con que gritamos: “no nos hacen falta”.

Una revista que no busca el enriquecimiento individual y con ello, intenta entrelazar relaciones de igualdad y solidaridad con lectores y colaboradores. Una revista independiente de cualquier nexo con el gobierno o los grandes medios de comunicación. Una revista que no busca mentir al lector al engañarle sobre su imparcialidad, y por el contrario que se identifica con el marxismo y el anarquismo y bajo esa mirada aspira a contribuir a la comprensión de la realidad.

Pretendemos ser “heraldos negros” que no serán escuchados por las buenas conciencias ni leídos por grandes autores. Somos mensajeros que vienen de la nada y que escriben para anónimos derrotados. Queremos escribir para todos aquellos que saben de derrotas y de golpes en la vida tan fuertes, para aquellos a quienes la historia no les reconoce un lugar ni les concede una oportunidad (pero que pueden tener acceso a esta publicación) y sin embargo, aquellos que aún guardan esperanza. Somos heraldos negros venidos de la oscuridad de la noche, en la que vivimos, y en la que muchos han muerto, pero la luz saldrá, algún día llegará y nuestra labor no será tormentosa.

Nuestro interés se centra principalmente en la literatura porque ésta permite a los hombres y mujeres sentir, palpitar, recordar la vida, conmoverse, generar esperanzas y con ello humanizarse. También nos centramos en la política porque es parte indispensable de cualquier ser humano preocuparse por su entorno, porque la política puede ser la materialización de los ideales más nobles del género humano, pero también de los más viles. Y cuando alguien no se preocupa de la política da toda la libertad de acción a políticos corruptos y criminales.

Finalmente, esta revista saldrá a la luz el tercer domingo de cada mes, en ella pretendemos publicar artículos propios, de opinión, cuentos, poemas, mini-ficciones, crónicas o cualquier texto original con la idea de promover autores anónimos para el comercio pero que tienen algo muy valioso que decirle al mundo…

Los Heraldos Negros

César Vallejo

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema. 

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido re
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!